Paseando hace unos días con una amiga por el centro de mi ciudad, descubri a un señor tocando un extraño instrumento que podría haber sido diseñado por unos Les Luthiers venidos a menos.
Era simplemente la caja con el arpa de un un clavecín, un "cémbalo", como se conoce en Budapest, de donde supongo procedía el músico callejero. Un instrumento de teclado y cuerda pulsada que carece de teclado y cuyas cuerdas no se pulsan, sino que se percuten directamente con baquetas de marimba.
Era simplemente la caja con el arpa de un un clavecín, un "cémbalo", como se conoce en Budapest, de donde supongo procedía el músico callejero. Un instrumento de teclado y cuerda pulsada que carece de teclado y cuyas cuerdas no se pulsan, sino que se percuten directamente con baquetas de marimba.
La economía del acabado merece comentario. Con una estética inequivocamente casual, las patas, en número de cuatro y pintadas de antemano en rojo inglés, se han tomado prestadas de una mesa camilla o similar, con eficiente relación entre recursos consumidos y logro de objetivos: mayor sonoridadad y mejor ergonomía.
Es también sumamente práctico el asidero de metal cromado instalado sobre el borde superior del instrumento para facilitar su transporte, algo en lo que todo buen músico ambulante debe pensar.
Con la desaparición del teclado (ese intermediario prescindible) se rebasa la idea de John Cage de "poner en manos de un único pianista el equivalente de toda una orquesta de percusión", pues verdaderamente aquél ha mutado en percusionista. Y bastante simpático, por cierto.
Es también sumamente práctico el asidero de metal cromado instalado sobre el borde superior del instrumento para facilitar su transporte, algo en lo que todo buen músico ambulante debe pensar.
Con la desaparición del teclado (ese intermediario prescindible) se rebasa la idea de John Cage de "poner en manos de un único pianista el equivalente de toda una orquesta de percusión", pues verdaderamente aquél ha mutado en percusionista. Y bastante simpático, por cierto.
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